Estrenos de la semana 02/03/06
**** Obra maestra *** Hay que verla ** Válida de ver * Tiene un rasgo redimible · Sin valor
por Roger A Koza
Sofía en el país de las maravillas
El increíble castillo vagabundo, Japón-EE.UU., 2004.
Escrita y dirigida por Hayao Miyazaki.
**** Obra maestra
Si un mesiánico y psicótico pollito pequeño dinamitó la inteligencia e imaginación de los niños, el último film de Miyazaki es la mejor medicina audiovisual para desintoxicarlos de una epidemia perpetrada por un marketing inescrupuloso.
¿Un sucesor japonés de Lewis Carroll? Quizás. Inclasificable y singular, Miyazaki es el gran maestro de la animación de todos los tiempos. Si el pasado domingo no se llevó el Oscar en el rubro por El increíble castillo vagabundo poco importa, aunque sería conveniente que el público que ignoró Wallace y Gromit, la ganadora en esta ocasión, otra obra maestra, no deje pasar el nuevo film del director de El viaje de Chihiro.
Copyleft 2000-2006
Roger Alan Koza / Con los ojos abiertos
Todos los derechos reservados
por Roger A Koza
Sofía en el país de las maravillas
El increíble castillo vagabundo, Japón-EE.UU., 2004.
Escrita y dirigida por Hayao Miyazaki.
**** Obra maestra
Si un mesiánico y psicótico pollito pequeño dinamitó la inteligencia e imaginación de los niños, el último film de Miyazaki es la mejor medicina audiovisual para desintoxicarlos de una epidemia perpetrada por un marketing inescrupuloso.
¿Un sucesor japonés de Lewis Carroll? Quizás. Inclasificable y singular, Miyazaki es el gran maestro de la animación de todos los tiempos. Si el pasado domingo no se llevó el Oscar en el rubro por El increíble castillo vagabundo poco importa, aunque sería conveniente que el público que ignoró Wallace y Gromit, la ganadora en esta ocasión, otra obra maestra, no deje pasar el nuevo film del director de El viaje de Chihiro.
La magia y la fantasía de Miyazaki nada tiene que ver con el bestiario de Narnia o el paganismo pop de Potter. Ni el cristianismo, ni la difusa religiosidad blandengue de la Nueva Era conforman el universo simbólico de sus películas. Si bien la tradición del viejo Shintoismo japonés configura en parte la interacción entre naturaleza, demonios, brujos y hombres, las películas de Miyazaki son materializaciones estéticas del inconsciente y su fuerza creadora. En efecto, se trata de un cine cuyo estilo narrativo reproduce la lógica de los sueños, de lo que se predica una sucesión de situaciones extrañas y caóticas que parecen ordenarse por un mero capricho, sin advertirse que la trama posee una ostensible coherencia anímica y un significado latente. Lo que se ve puede ser incomprensible. Lo que se siente es identificable.
Basada en una novela inglesa de Diana W. Jones, el contexto de El increíble castillo vagabundo es reconociblemente europeo: una guerra amenaza a los habitantes de un pintoresco y periférico pueblo que bien podría situarse en una Alemania o Suiza de principios del siglo pasado. Pero cuando Sofía, una niña que trabaja confeccionando sombreros, es hechizada por una bruja convirtiéndola en una abuela que cuidará el castillo nómada en donde vive otro hechicero llamado Howl, estamos siendo testigos de la imaginación de Miyazaki. En ese universo todo lo que existe es proclive de mutar, la gravedad no es un impedimento físico y los paisajes naturales son mucho más que territorios de potencial explotación. Como en el teatro Noh, en donde un gesto de la mano denota la aparición de una montaña, las horas del día y el reflejo de la luz en los espacios naturales sugirieren un tono emocional que expresa el sentimiento dominante de los personajes. En el animé la expresión no es jurisdicción del rostro y sus gestos. El primer plano es sustituido por la panorámica.
El increíble castillo vagabundo repite los motivos antibelicistas y ecológicos de otras obras precedentes del realizador, aunque en esta ocasión lo más sorprendente estriba en su concepción transgeneracional de los vínculos, cristalizada en las constantes mutaciones de la heroína, quien aprende a convivir entre su yo juvenil y su yo senil. En todas las edades se aprende, como los espectadores de cualquier edad habrán de constatar a la hora de descubrir el fascinante cosmos animado de Miyazaki.
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Roger Alan Koza / Con los ojos abiertos
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