CON LOS OJOS ABIERTOS

"El límite de mi mirada es el límite de mi mundo". Críticas, crónicas de festivales, programación de cineclubes y apuntes sobre cine.

viernes, marzo 24, 2006

Estrenos de la semana 16/03/06

**** Obra maestra *** Hay que verla ** Válida de ver * Tiene un rasgo redimible · Sin valor

por Roger A. Koza

Virtudes privadas

Orgullo y prejuicio, Reino Unido-EE.UU., 2005
Dirigida por de Joe Wright


** Válida de ver

La opera prima de Joe Wright es un film sorpresivo en donde la puesta en escena y los movimientos de cámara dicen muchos más que los parlamentos de sus personajes, lo que implica una idea de cine poco frecuente en un proyecto basado en una pieza literaria.

Popular y sofisticada, Orgullo y prejuicio , la opera prima de Joe Wright, una adaptación cinematográfica de la novela homónima de Jane Austen, es un film ideal para constatar que se puede hacer buen cine y entretener. No todo es cinismo en el corazón de la industria. Y más aún, cuando se trata de un cuento moral capaz de ilustrar con gracia y honestidad los obstáculos de clase y carácter que regulan el deseo amoroso de sus personajes principales. Orgullo y prejuicio es, esencialmente, una película de aprendizaje.


Inglaterra, siglo XIX, una familia, cinco hijas y una situación económica desfavorable. Los Bennet no son proletarios, pero tampoco son aristocráticos. Sostener el status quo es sinónimo de confort y prestigio. El matrimonio, un método de promoción social, al menos así piensa la neurótica madre de estas cinco mujeres victorianas todavía solteras. Hasta que un día, en un baile, la hija más grande de los Bennet se enamora de un joven rico, circunstancia que introduce también el paulatino romance entre otras de sus hermanas, interpretada por Keira Knightley, Lizzy, y un millonario, Darcy, encarnado por Matthew Macfadyen. Ella supone ser el orgullo; él, supuestamente, el prejuicio.

Una mirada desatenta puede calificar a Orgullo y prejuicio como una película liviana sobre el mito del amor romántico en un tiempo histórico en donde la máxima aventura personal para el supuesto sexo débil consistía en fundar el sólido proyecto de un hogar. Un orden social, sin duda, protector y castrador. En efecto, las mujeres como miembros de una especie homogénea con un lugar predeterminado. Pero Orgullo y prejuicio trastoca ese orden gracias al temperamento y coraje de sus dos protagonistas. La historia de amor entre Lizzy y Darcy implica un trabajo íntimo sobre el orgullo y prejuicios de clase de ambos, y la construcción de un comportamiento virtuoso ligado a traspasar el límite impuesto por una conciencia que determina una costumbre.

De allí que el estilo del film diste de ser artificioso. Wright adopta un registro realista en la composición narrativa de su película. Véase los soberbios planos secuencia en distintos escenas del film como una extensión lógica de este “prejuicio” estético. Algunos pasajes, por ejemplo, el de una fiesta que bien remite en menor escala a las coreografías complejas de El arca rusa de Sokurov, son definitivamente virtuosos.

Orgullo y prejuicio , además, cuenta con la presencia de Donald Sutherland. Él es el padre. Si el desenlace es legítimamente feliz, se debe en parte, a que el último gesto le pertenece a Sutherland. Cada aparición suya eleva la película a un territorio simbólico en donde las emociones ya no pertenecen a ninguna clase.

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Roger Alan Koza / Con los ojos abiertos
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