CON LOS OJOS ABIERTOS

"El límite de mi mirada es el límite de mi mundo". Críticas, crónicas de festivales, programación de cineclubes y apuntes sobre cine.

jueves, mayo 10, 2007

ALGUNOS ESTRENOS DE ABRIL 2007

**** Obra maestra *** Hay que verla ** Válida de ver * Tiene un rasgo redimible · Sin valorpor

Roger A. Koza.

Ser y tiempo

El árbol, Argentina, 2006.
Escrita y dirigida por Gustavo Fontán.

*** Hay que verla

La notable película de Fontán no habrá de ser para todo público, pero es esencialmente un film sobre la esencia del cine, cuya poética alcanza en algunas secuencias el carácter de lo sublime.

En la última edición del festival de cine de Mar del Plata, el crítico Peter van Beuren, en la sección denominada Cine del futuro , decía que hay muchas películas para ver pero que éstas están escondidas. El árbol es un título casi fantasma, pues a diferencia de productos como 300 , su campaña publicitaria equivale a un grado cero de difusión.

Es menester entonces dar testimonio de que existe un filme notable de 65 minutos de duración, un ensayo de naturaleza documental sobre lo extraordinario y poético del mundo cotidiano, el tiempo, el envejecimiento y la interacción entre la naturaleza y el hombre, aunque la belleza cinematográfica de El árbol es precisamente volver a postular la originaria pulsión del cine, su trágica dimensión filosófica: atrapar el tiempo, mostrar la duración de lo que existe en su devenir. El padre de la crítica cinematográfica, André Bazin, ya señalaba en la genealogía del cine la pretérita práctica de la momificación. El cine es tiempo embalsamado y condensado en luz.

Puede ser desconcertante ver un filme cuyo nudo narrativo es la discusión intermitente entre una pareja de ancianos respecto de cortar o no una de las acacias de la entrada de la casa en la que viven. Pero es edificante entender por qué se discute, y cómo Gustavo Fontán responde a ello sin ser explícito. Del registro poético de la vida cotidiana de sus padres, que se inicia en la primavera de 2004 y que finaliza en el otoño de 2005, se predica la respuesta, elíptica aunque verificable hasta el último segundo de la película. Y si bien la totalidad del film transcurre en una casa de Banfield, no es la claustrofobia el sentimiento dominante, sino una suerte de júbilo naturalista que transfigura el hogar en un espacio cósmico en miniatura.

En efecto, El árbol pertenece a una tradición cinematográfica en la que la contemplación es un método de trabajo por el cual se obtiene de lo que es visible pero no se ve un hallazgo de la hermosura física y artística del mundo. Al igual que Érice en El sol del membrillo y Guerín en Tren de sombras, Fontán advierte que el cine es ver el tiempo y la mutación de los seres en su duración. Así, un plano de abejas en el árbol, las hormigas flotando en el agua de lluvia sobre el patio, la tormenta pegando sobre la ventana son vestigios del devenir, aunque el pasaje en el que los dos ancianos se van a dormir y el tictac del reloj del living se vuelve omnipresente compendia la búsqueda de un cineasta por retratar al tiempo. Es un momento asombroso, anunciado previamente en la escena en la que los ancianos ven viejas diapositivas, y que permite también apreciar la concepción general del sonido del filme. Hay aquí un sistema de relevos entre sonido e imagen que le hubiera encantado a Bresson.

Al inicio una cita del poeta entrerriano Juan L Ortiz anuncia un camino poético. Acaso El árbol es una meditación sobre el habitar, que implica, ontológicamente, pensar el tiempo y el ser. Poéticamente habita el hombre sobre la tierra, decía el poeta Hölderlin. Sentencia que Ortiz podría haber escrito y Fontán materializa en esta película única.

¿Amores platónicos?

Cambio de dirección, Francia, 2006.
Escrita y dirigida por Emannuel Mouret.

** Válida de ver

Imperfecta aunque siempre inteligente y paradójicamente cándida, el cuarto largometraje de Mouret permite constatar que este género, la comedia romántica, puede tener otra grámatica que la dictada por el canon de California y Nueva York.


Francia, el país cinéfilo por excelencia, posee una cinematografía diversa. La ominosa selección “natural” del mercado vernáculo ha reducido el cine galo a un par de nombres consagrados como Depardieu, Auteil, Huppert, Deneuve. Todavía se estrena Chabrol, ocasionalmente Godard y Rohmer, Rivette jamás. Pero el cine francés es un universo pluralista, en donde realizadores como Guédiguian, Dumont, Denis, Desplechin, entre otros, dan cuenta que la noción dominante que pueda tener un espectador argentino de esta cinematografía se predica de un reduccionismo de mercado.

El estreno de Cambio de dirección suministra un poco de oxígeno en una cartelera escrita casi siempre en inglés; es también la oportunidad de conocer a un realizador de una nueva generación de una tradición específica, la francesa, y ver cuán distinta es la concepción de una comedia romántica francesa a la norteamericana.

David, interpretado por el realizador, toca el corno y acaba de llegar a Paris. Está en búsqueda de un lugar para vivir. Azarosamente, una joven, Anne, lo invita a subalquilar su departamento. Convivir es dialogar, así que surge una amistad no desprovista de cariño, mientras que ambos creen haber encontrado en otros, una alumna y un estudiante de lingüística, el verdadero amor.
Desde su estreno mundial en la Quinzaine des Realizateurs del festival de Cannes 2006, el cuarto largometraje del joven Mouret ha sido comparado estilísticamente con el cine de Rohmer. En la publicación de Variety del festival se anunciaba: “Cambio de dirección: cuando Rohmer se encuentra con Woody Allen”.

No hay duda de que Cambio de dirección tiene un toque Rohmer, próximo a títulos como Cuento de verano y Tres romances en París. Pero si Allen se ha convertido al Narcisismo, como confiesa en Scoop, y quizás por eso ya no hace buenas películas, el film de Mouret poco y nada remite a Allen, excepto por el papel predominante que tiene la palabra. Más que a Allen, Moulet se emparenta al Linklater de Antes del amanecer, otro realizador que concibe el diálogo como un elemento constitutivo del romance.

He aquí una comedia romántica sin catarsis, sin giros de cámara alrededor de un beso conciliatorio, sin primeros planos. Se podría objetar la total ausencia de erotismo, no porque los personajes no tenga sexo, sino por el desinterés de mostrar un pezón o una nalga. El tema es el amor platónico, aunque sesgadamente se lo critica hasta sugerir un romanticismo lúcido asentado en la conversación. En efecto, se postula a la conversación como un método de exploración junto a otro respecto del impreciso y caótico mundo de los sentimientos.

Si el filme tiene una deficiencia es la de no percibir cómo el romance es una experiencia que participa de un contexto social que lo condiciona, acaso una omisión propia de los realizadores de clase media. El Paris de Mouret desconoce el malestar social, a pesar de que un robo callejero precipita un giro sentimental inesperado.

Elegante y circunspecta, el naturalismo de Cambio de dirección es una pócima de buen cine, ideal para contrarrestar ese tipo de romances millonarios en donde se comulga con la obscenidad de las estrellas de un limbo llamado Hollywood.

TODAS LAS CRÍTICAS HAN SIDO PUBLICADAEN EL DIARIO LA VOZ DEL INTERIOR DE LA CIUDAD DE CÓRDOBA DURANTE EL MES DE ABRIL 2007
COPYRYLEFT 2000-2007/ ROGER ALAN KOZA

1 Comments:

Blogger Pablo said...

Felicidades por el blog y por lo de "La Voz" Gracias! ;-)

4:19 p. m.  

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