CON LOS OJOS ABIERTOS

"El límite de mi mirada es el límite de mi mundo". Críticas, crónicas de festivales, programación de cineclubes y apuntes sobre cine.

sábado, septiembre 09, 2006

CINECLUB V.GIARDINO: SEPTIEMBRE-OCTUBRE 2006

EN EL CINE TEATRO GIARDINO


Domingo 10 de septiembre a las 20.00hs:
La toma, de Avis Lewis, Canadá, 2004
87 minutos / Apta para todo público
Antes de la película principal se proyectará el cortometraje Hasta la victoria siempre, de Santiago Alvarez, Cuba, 1967.
La opera prima de Avis Lewis, escrita por su mujer Naomi Klein, autora del best-seller antiglobalización No logo, es menos agudo e intelectualmente poderoso que aquel libro pero posee la virtud de sintetizarlo e incluso insinuar un concreto pasaje a la acción capaz de contrarrestar la injusticia y “natural” evolución del Capitalismo. Por supuesto, el programa de acción que se ve en La Toma no es suficiente mas constituye un inicio. El punto de partida es el proceso por el cual una gran cantidad de obreros argentinos, perplejos y desesperanzados tras el cierre de cientos de fábricas, deciden tomarlas para recuperarlas demostrando que todavía son productivas. Si bien hay más de 200 casos en el país, Lewis muestra con detenimiento la historia de Forja San Martín, sin dejar de atender ejemplos paradigmáticos como el de las empresas Zanon y Bruckner. Como Lewis y Klein lo señalan, el camino tomado por los obreros bien puede ser catalogado como robo, aunque como insisten los protagonistas el procedimiento elegido podría significarse de otro modo: expropiación. Lo que está en juego es el viejo concepto marxista sobre el control de los medios de producción, y, por extensión, se predica una crítica sobre el concepto mismo de propiedad privada. Argentina, símbolo de los noventa de la política económica dictada por el FMI, como se sabe, llegó a ser paradójicamente la refutación más acabada de tal concepción ante el colapso de fines del 2001. Este es el contexto del film, aunque Lewis vincula tales acontecimientos con el zeitgeist político planetario de principio del milenio: la resistencia contra la globalización, ese impreciso y difuso movimiento que va más allá de la lucha de clases. La toma es, como la propia Klein sostiene en algún pasaje del making of de la película, un poco candorosa si se analiza el panorama político contemporáneo. Sin embargo, su autenticidad es inobjetable y su poder inspirador es incuestionable. Conmovedora y necesaria, La toma es una excelente introducción para radicalizar la imperfecta aunque loable invención griega conocida como democracia. (Roger Koza, programador)

Domingo 17 de septiembre a las 20.00hs:
Playtime, de Jacques Tati, Francia, 1967.
125 minutos / Apta para todo público.
Antes de la película principal se proyectará el cortometraje La disciplina de HF, de
Gus Van Sant, 1983.
Mi película favorita de todos los tiempos, esta comedia francesa de 1967 del director y actor Jacques Tati casi con certeza ostenta la puesta en escena más intrincada de la totalidad del cine. Esta versión restaurada, con sus cuatro canales de sonido DTS, expande las posibilidades de perderse en los planos de Tati para luego nuevamente reencontrarse. Su visión de Paris construida en estudio se inicia durante el día, una ciudad enloquecedora, regimentadas por líneas derechas y ángulos rectos hasta llegar a la noche en donde giros accidentales aunque celebratorios permiten que la gente pueda instintivamente encontrarse. El punto más alto es una extraordinaria secuencia, situada en un restaurante que paulatinamente se desintegra, que dura casi la mita del film: una vez que un par de músicos empiezan a actuar, la mirada del espectador sigue inevitablemente a los clientes en una especie de danza improvisada, recolectando y yuxtaponiendo detalles y situaciones cómicas y simultáneas. Los años pasan y la película todavía me enseña a entender específicamente cómo vivir en las ciudades, cómo comprender conjuntos de signos visuales y auditivos disconexos aquí orquestados y agrupados cómicamente. En este paisaje de alienación cualquiera es un turista, pero Tati sugiere que una vez que nos podemos encontrar unos con otros, nos pertenecemos. (Jonathan Rosenbaum, Chicago Reader).

Domingo 24 de septiembre a las 20.00hs:
¿Dónde está la casa de mi amigo?, de Abbas Kiarostami, Irán, 1987.
83 minutos / Apta para todo público.
Antes de la película principal se proyectará el mediometraje El arte de vivir: Kiarostami, de Fergus Daly, Australia, 2005.
Es posible y no se exagera al decir que Abbas Kiarostami, quien ha estado haciendo películas en Irán por más de tres décadas, es el más grande de los cineastas vivos en la actualidad. El problema no es que sus películas sean esotéricas, simplemente son diferentes a la que se hacen en el mundo occidental, incluso en Irán, en el modo en que están construidas (no suele haber un guión que las vertebre y en la mayoría de los casos no cuentan con actores profesionales), en el modo en el que interpelan a la audiencia, y en lo que Kiarostami incluye y excluye de la narración. ¿Dónde está la casa de mi amigo? De 1987, una de sus obras más populares en Irán, es una suerte de épica en miniatura, acerca de un niño que intenta devolverle el cuaderno de clase a uno de sus compañeros de división. Debido a que está indirectamente vinculada a La vida continúa (1992) y a Detrás de los olivos (1994), ambas rodadas en la misma región del norte de Irán, este film es parte de una constante meditación sobre los paisajes singulares de Koker y el modo en que la gente común vive allí; se trata también de una búsqueda obsesiva que puede ser vista también como una fábula; un tipo de indagación condensada que formula más preguntas que respuestas; y es también un poema cómico y cósmico. Finalmente, ¿Dónde está la casa de mi amigo? es un film sobre el descubrimiento y la devoción que habita en el mundo. (JR)

Domingo 1 de octubre a las 20.00hs:
Lunes a la mañana, de Otar Iosseliani, Francia, 2002.
122 minutos / Apta para todo público.
Antes de la película principal se proyectará cortometraje Copyshop, de Virgil Widrich, Austria, 2001.

Esta obra maestra del realizador georgiano, un legítimo heredero de Jacques Tati y de Jean Renoir, puede ser cómica y dramática al mismo tiempo, y si este film funciona como una crítica impía al mundo del trabajo es también un llamado a la excentricidad y a la libertad. Planos secuencia formidables y una elaborada concepción de la banda sonora, componen el derrotero de un hombre que trabaja en una fábrica de químicos hasta que un día sin planificación alguna se va a viajar por el mundo (no como turista), principalmente Venecia. Mientras tanto, sus hijos, su madre, vecinos, amigos y esposa prosiguen con sus vidas, cada uno siguiendo sus propias tareas monótonas como sus deseos libertarios. El último plano de la película es un dictamen, y el conjunto de situaciones reconocibles aunque delirantes que constituyen este coreográfico relato coral operan como un gran argumento, uno que queda impugnado por ese plano general, tan lúcido como temible. (RK)

Domingo 8 de octubre a las 20.00hs:
Hermanos, Susanne Bier, Dinamarca, 2005.
110 minutos / No recomendada para menores de 18 años.
Antes de la película principal se proyectará el cortometraje Noche de elecciones, de Anders Thomas Jensen, Dinamarca, 1998.

Es evidente, al menos por la cinematografía reciente, que no todo está bien en Dinamarca. Aquella sociedad (in)felizmente decadente de la que se reía, ironizaba y criticaba Los idiotas de Lars von Trier puede sentirse en cada película proveniente del país de Kierkegaard. El relato aquí se circunscribe a los derroteros de una familia atravesada por acontecimientos inesperados que desestabiliza el orden familiar (y burgués). No obstante, Hermanos es un film con dos agendas simultáneas y yuxtapuestas: la primera, ofrecer un relato de la institución familiar correspondiente a la clase media. En segundo lugar, postular los efectos colaterales de las intervenciones armadas en el extranjero por parte de las potencias occidentales. Como es frecuente en el cine danés, las interpretaciones son descollantes. La dirección de Susanne Bier opta por un registro poético allí en donde un realizador masculino hubiera quizás adoptado un tono netamente trágico. Finalmente, el humanismo raso de Hermanos se impone como verosímil, pues evita tanto la catarsis como la sensiblería en pos de explorar la contingencia de la identidad y la labilidad de los vínculos. (RK)

Domingo 15 de octubre a las 20.00hs:
Rize, de David LaChapelle, EE.UU., 2005.
84 minutos / Apta para todo público
Antes de la película principal se proyectará el cortometraje El hombre sin cabeza, de Juan Solanas, Francia, 2003.
Recientemente exhibida en el festival de Mar del Plata, la opera prima de David LaChapelle fue unos de los títulos vistos a sala llena. El rumor decía que Rize era un documental visceral y sorprendente sobre algunas compañías de baile callejeras de los suburbios de Los Angeles. Pero Rize es, esencialmente, otra cosa. Aquí la danza ritual funciona como un desplazamiento creativo de una postergación social infinita. Estos bailarines son los hijos de Martin Luther King y las víctimas sociales de una sociedad polarizada por la diferencia de clase (y racial). Si no bailaran, lógicamente, asesinarían. En efecto, la pista de baile es una zona de guerra, y estos danzarines eligen ritualizar el suplicio de sus miserias en una expresión estética en donde el mismo cuerpo es la protesta y sus movimientos veloces la conjura de una bronca justificada. Bailan para vivir y no matar. Antes de que empiece la película una nota del realizador advierte que todo lo que se verá en la película no ha sido alterado en su edición. La aclaración es válida, pues estas coreografías sustraídas de la indignación son tan vertiginosas y veloces que no parecen ser reales. Un montaje pertinente al promediar la hora de película establece una genealogía entre estos estilos suburbanos denominados Clowning y Krumping con los pasos ancestrales bailados por pretéritas tribus del África. El vocablo inglés african american adquiere aquí una significación inesperada no exenta de connotaciones antropológicas y políticas. (RK)

Domingo 22 de octubre a las 20.00hs:
Monsieur Verdoux, de Charles Chaplin, EE.UU., 1947.
119 minutos / No recomendada para menores de 13 años.
Antes de la película principal se proyectará el cortometraje Vincent, de Tim Burton, EE.UU., 1984.
Una película de elegancia serena y de una aguda crítica, la obra maestra de Charles Chaplin fue recibida en su estreno con una violenta hostilidad, y contribuyó fuertemente a su exilio político en los '50. Chaplin dejó por un rato su personaje de Charlot o el vagabundo (the tramp) interpretando entonces a un delicado caballero francés que sostiene económicamente a sus amados hijos e inválida esposa casándose con viudas ricas para posteriormente asesinarlas. La moraleja –“si la guerra es la extensión lógica de la diplomacia, pues entonces el asesinato es la extensión lógica de los negocios" tiene un tono de dureza e ingenio Brechtiano, aunque el estilo es suave, seductor, elegíaco. Evidentemente Chaplin ama al monstruo que ha creado, y cuando el andar de Charlot reaparece por un instante mientras Verdoux se encamina al patíbulo, vemos la muerte bajo un sonriente rostro humano. (Dave Kehr, Chicago Reader)

Domingo 29 de octubre a las 20.00hs:
La vida continúa, de Abas Kiarostami, Irán, 1992.
92 minutos / Apta para todo público
Antes de la película principal se proyectará el cortometraje Chaplin Today: Claude Chabrol explica Monsieur Verdoux.

Esta obra maestra de 1992 realizada por Abbas Kiarostami utiliza actores no profesionales para reconstruir eventos reales. Acompañado por un niño, un director de cine de Teherán va con su auto a una región montañosa del norte de Irán, recientemente devastada por un terremoto que ha matado a más de 50.000 personas. De una aldea a otra, el director va en búsqueda de dos niños actores que aparecían en ¿Dónde está la casa de mi amigo? (una película de Kiarsotami de 1987), pero lo que encuentra allí es más misterioso e insondable: un sentimiento de reparo y en algunos casos, el sorprendente optimismo de la gente reconstruyendo sus vidas, los bellísimos paisajes, y los puntos de vistas alternativos y yuxtapuestos del director y su hijo. Una narrativa picaresca colmada de un pr
ofundo sentido de lugar y compuesta de largos planos secuencias impregnados de una cierta cualidad filosófica que pueden remitir a Jacques Tati, este cautivante retrato sobre lo que ocurre y no ocurre a la gente cuando debe confrontar un desastre natural obtuvo el premio Rossellini en el festival de Cannes en 1992, y es una de las mejores películas iraníes de todos los tiempos. (JR)

martes, septiembre 05, 2006

ALGUNOS ESTRENOS DE AGOSTO 2006

**** Obra maestra *** Hay que verla ** Válida de ver * Tiene un rasgo redimible · Sin valor

por Roger A. Koza.

La sabiduría a 52 millas de distancia

La búsqueda, EE.UU., 2006.
Dirigida por Wim Wenders. Escrita por Sam Shepard.
* Tiene un rasgo redimible

La última película de Wenders utiliza y no ahonda el mito cinematográfico clásico por excelencia de la tradición del cine estadounidense, la relación entre el padre y el hijo, aunque su imperfección constatable no disminuye la belleza de sus imágenes.


Dice a propósito de Wenders, el lúcido Serge Daney: “Existe también el placer de recibir un film como si fuera una carta. La estampilla –llamemos a esto el “estilo”- no está allí más que para dar fe de que el autor de la carta es nuestro contemporáneo”. Se estrena un film de Wenders, y uno entonces tiene la esperanza de abrir la carta y dar con quien fue responsable de Alicia en las ciudades y Las alas del deseo , por citar ejemplos notables. La estampilla, al decir de Daney, se reconoce desde un inicio. El ojo de Wenders es prodigioso, y el primer plano del filme ya denota ese placer que la tradición del Western supo extraer del Oeste como concepto de lo infinito, o el paisaje metafísico previo a la civilización y sus leyes. Hay esperanza en esa primera escena que remite al universo visual de John Ford.

La búsqueda, bautismo vernáculo de quienes distribuyen este filme cuyo título original es Don’t Come Knocking , a propósito de un tema musical que se escucha en la película, promete mucho en sus primeros 20 minutos de metraje. Pero lo que parece un regreso al universo melancólico y lírico de París, Texas queda interrumpido por una narración desalineada acerca de un viaje mítico (o un escape) de un célebre actor de westerns en busca de sus orígenes y sus descendientes, itinerario que finaliza ante una señalización misteriosa: una milla para Dividido; 52 millas para La Sabiduría.

El escritor Sam Shepard, aquí responsable como también hace más de veinte años del guión de París, Texas, interpreta a este hombre Marlboro, Howard Spence, que un buen día se manda a mudar en plena filmación de un western, Fantasma del Oeste . Se va a caballo, luego en tren, después en coche. El primer destino es visitar a su madre (Eva Marie Saint), a quien no ve hace 30 años. Allí se entera de que tiene un hijo, consecuencia de un amor pretérito durante una filmación en Montana. Y mientras que un investigador de seguros (Tim Roth), contratado por la compañía de la película de la que se ha fugado, le sigue sus pasos, el cowboy solitario va al encuentro de su primogénito, aunque habrá más sorpresas en materia de linaje.

Visualmente admirable, La búsqueda se impone si uno deja de tomar en serio su historia y se concentra en sus encuadres. Véase, por ejemplo, el contraste en el cielo de Elko y su casino iluminado, una panorámica que bien sintetiza la tensión entre naturaleza y cultura, una elección estética propia de Wenders. El efecto de extrañamiento que obtiene en toda la escena dentro del casino es de lo mejor de la película, efecto que se repite cuando Howard queda a la espera de su hijo sentado en un sofá en el medio de la calle. La búsqueda es una película que estimula el placer de mirar.

Llegó otra carta de Wenders, llegó su última película. No es el Wenders de antaño, pero su cámara sigue viva, y alcanza para recordar que hubo un tiempo en el que las imágenes desconocían los efectos especiales. A eso se le llamaba cine, aunque la sabiduría todavía esté lejos.

Los números y el alma

La prueba, EE.UU., 2005
Dirigida por John Madden. Escrita por David Auburn y Rebecca Miller.
* Tiene un rasgo redimible

La nueva película de Madden es más bien una obra de teatro filmada con pocas ideas cinematográficas, pero alcanza para sentirse menos infantil en un multiplex mientras se ve una película.

Desde la fundación de la academia platónica, hace ya casi dos milenios y medio, los números han sido una cuestión propia del alma. Quien estaba dispuesto a conocerse a si mismo, al menos para Platón y sus discípulos, tenía que saber geometría, una admisión intempestiva para quien posea hoy alguna pretensión esotérica. Probablemente, al director de la sobrevaluada Shakeaspeare enamorado le importe poco la prehistoria de las matemáticas y su conexión con el conocimiento interior, pero su película, La prueba, bien establece el lazo entre el dígito y el espíritu.

Basada en una exitosa pieza teatral de título homónimo, La prueba , cuyo guión fue escrito por el propio autor de la obra, David Auburn, con la ayuda de Rebecca Miller, se inicia con una escena típicamente freudiana, acaso el mejor pasaje del filme. Un padre dialoga con su hija de 27 años (Anthony Hopkings y Gwyneth Paltrow) en el día de su cumpleaños sobre la locura. ¿Puede un loco reconocer su locura? Consciente o no, su hija no puede entender cómo su padre, un matemático consagrado, es capaz de argumentar respecto de un padecimiento que no le es ajeno. Catherine, también matemática, cuida de su padre enloquecido hace años. ¿Es un sueño? ¿Está delirando?

El centro narrativo de la película de Madden, la X a resolver, se predica de examinar si Catherine ha heredado el genio matemático de su padre o la propensión al desvarío mental. O quizás ambas tendencias. “Hasta tu depresión es matemática”, le dice en algún momento su padre. Tras la muerte del padre, quienes están allí para juzgar la normalidad de la heroína son su hermana Claire (la excelente Hope Davis) y un joven discípulo del padre, quizás pretendiente, Harold (Jake Gyllenhaal, más cerca de su papel en Cielo de Octubre que de Secretos en la montaña). Una tesis revolucionaria sobre los números primos habrá de ser la evidencia más confiable para probar la sanidad de Catherine, o en su defecto, la de su padre, aunque quienes tienen que determinarlo no estén del todo en su sano juicio. En efecto, el mismo comportamiento obsesivo de Claire es una toda una objeción respecto del siempre sospechoso concepto de normalidad.

Más teatral que cinematográfica, La prueba, es una de las tantas películas sobre gente inteligente que es menos inteligente que sus criaturas. Mucho se dice, poco se muestra, y el ostensible compromiso de sus intérpretes no se cristaliza en una película rigurosa, pues Madden no confía en las imágenes como portadoras de significado y debe valerse entonces en el subrayado del texto, frecuentemente apoyado por una omnipresente banda de sonido. Sin embargo, el noble material de este drama abstracto, cuyas únicas referencias al contexto social son comparar la paranoia de Catherine con el control de pasajeros en los aeropuertos y la superioridad del café de Nueva York respecto al de Chicago, compensa su poco ingenio cinematográfico. Después de todo, esta es una película sobre individuos y no superhéroes, un honesto aunque limitado intento de esclarecer la madeja del pensamiento.

OTROS ESTRENOS

Cándido López: los campos de batalla, Argentina, 2005.
Escrita y dirigida por José Luis García.
*** Hay que verla
“Hubo una vez en Sudamérica. Cuando los límites entre los países eran aun imprecisos. Una guerra que apenas figura en los libros de historia”. El consistente y necesario film de José Luis García materializa en imágenes lo que el historiador Tulio Halperín Donghi denomina el orden poscolonial, es decir el período histórico en donde se constituyeron los Estados-Naciones del Sur de América Latina a mediados del siglo XIX. Y el medio de reconstrucción del tiempo pretérito es la pintura de Cándido López, el artista y militar manco que a través de sus cuadros registró la sangrienta guerra contra el Paraguay perpetrada por la Triple Alianza. García parece entender su película como un viaje exploratorio, aunque más apropiado sería pensar a Cándido López como un trabajo de arqueología simbólica. En efecto, en su periplo el joven realizador espiga entre los desechos de la historia y encuentra que el pasado todavía proyecta su herencia en el presente. El imperialismo, la deuda externa, los efectos del vetusto orden poscolonial siguen vigentes, cuyo ejemplo más evidente es la proscripción del guaraní como lengua oficial del Paraguay, medida tomada tras la derrota en 1870, cuya validez caducó en 1992, más de ciento veinte años después. Si los combatientes carecen de ojos en los cuadros de Cándido López, y solo los muertos tiene el derecho a poseer un rostro y una mirada, García les presta al espectador unos lentes poderosos para escrutar la historia que poco se sabe aunque muy a menudo se repite.

Paradise Now, Palestina, 2005.
Escrita y dirigida por Hany Abu Assad.
*** Hay que verla
En el pasado festival internacional de cine de Hamburgo escuché declarar a Assad que la película que más le había emocionado como director era Rosetta, de los hermanos Dardenne. Inmediatamente me propuse ver su película sobre dos jóvenes palestinos que deciden inmolarse para luchar por la libertad de su pueblo oprimido. El resultado fue más que satisfactorio, pues el film de Assad no sólo es un efectivo thriller político, menos sangriento que Munich aunque tan humanista como el film de Spielberg, sino que además es un retrato y una genealogía de la intimidad del “terrorista” palestino, cuyo desesperado fanatismo se predica de una vida humillada e injusta, desprovista de todo rasgo de dignidad humana. Como Munich, Paradise Now en el paraíso no se llevó ningún Oscar, lo que habla a favor suyo. El último plano del film es el rostro del Otro, ese Otro que el filósofo judío Levinas ha acuñado para sobrepasar el odio irracional.

Mi verano de amor, de , Reino Unido, 2005.
Dirigida y escrita por Pawel Pawlkovski
** Válida de ver

Esta bellísima e inteligente película ha sido vendida como la versión inglesa y feminista de El secreto de la montaña. Quizás. No se trata del amor entre cowboys sino entre dos mujeres jóvenes en un medio rural inglés en donde la vida social está regulada por una ética conservadora y una existencia anodina. Pero el film del polaco Pawlkovski es en verdad otra cosa: un estudio minucioso de cómo se obtiene la maduración psíquica y la autoestima en el complejo pasaje de la adolescencia a la vida adulta, y cómo ello no es ajeno a la pertenencia de clase.

Copyleft 2000-2006/Roger Alan Koza

* Tanto la crítica del film de Wenders como el de Madden fueron publicadas durante el mes de agosto por el diario La Voz del Interior de la ciudad de Córdoba.